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Macri sigue teniendo un solo enemigo peligroso: la economía

Siete días de política. Ni Moyano, ni el kirchnerismo, ni la prensa opositora con sus denuncias amenazan al gobierno. Su adversario de mayor riesgo es el fuerte aumento de las expectativas económicas negativas.

  • lunes, 19 de febrero de 2018 a las 6:32 pm

El presidente se encerró este fin de semana con su gabinete en Chapadmalal para evaluar una gestión que tiene una imagen en baja desde las elecciones de octubre y que el miércoles deberá enfrentar una pulseada callejera con Hugo Moyano. Es blanco también de denuncias de la prensa desafecta sobre presuntos actos de corrupción y de oscuros vaticinios de un apocalipsis institucional a corto plazo por parte de una figura polémica, como el ex juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, alineado con el kirchnerismo.

Nada de esto, sin embargo, es motivo de alarma en lo inmediato. La oposición peronista sindical y política está desprestigiada y sus principales voceros tienen una imagen mucho peor que la de Macri, María Eugenia Vidal o Elisa Carrió por nombrar sólo las figuras más visibles del gobierno.

El problema por el cual la presente administración será juzgada en las presidenciales del año próximo es la caída de las expectativas económicas positivas. Es abrupta y la mayoría de los sondeos coinciden en que las opiniones pesimistas sobre el futuro superan claramente a las optimistas.

De allí que en la evaluación de los ministros la mayoría de las quejas apuntaran a Nicolás Dujovne sobre quien se descarga la responsabilidad de los tropiezos con una inflación que no puede ser dominada y que complica las paritarias, dándole pasto a los sindicalistas K. Pero la responsabilidad en esa materia es sólo parcialmente del ministro de Hacienda, porque el desorbitado déficit fiscal que es su causa central obedece a un decisión política, el gradualismo, tomada por el propio Macri.

En ese sentido es elocuente que el ministro que hizo posible el gradualismo al conseguir financiamiento exterior evitando así un ajuste «ortodoxo» costoso en términos políticos, Luis Caputo, esté en el centro de los embates mediáticos opositores.

A la hora del balance otro ministro blanco de quejas es el de Defensa. El radical Oscar Aguad tuvo un manejo de la crisis del ARA San Juan poco eficiente por decir lo menos y no controló la crisis en la cúpula del Ejército que terminó con la separación del jefe del Estado Mayor de la fuerza, Diego Suñer.

La lista de los ministros aprobados parece, sin embargo, más amplia que la de los desaprobados. Al vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y al de Trabajo, Jorge Triaca, se atribuye el haber vaciado la marcha de los Moyano de sindicalistas de peso.

No se descarta que la convocatoria resulte multitudinaria, pero prevalecerá el aporte de los gremios «K», los piqueteros y la izquierda. Los gordos y los independientes no concurrirán y a causa del tironeo la conducción de la CGT quedó desarticulada. La presión del gobierno dio claramente sus frutos, aunque se ignora con qué costo final.

El caso de Triaca es indicativo del pragmatismo presidencial. Los sondeos muestran un fuerte rechazo a su permanencia en el gabinete después de que se conociera que a una de sus mucamas la había ubicado en un sindicato intervenido. Macri, sin embargo, lo sostuvo y prefirió pagar el costo en imagen pública a entregar un funcionario clave en vísperas de la confrontación con Moyano.

Otra ministra aprobada es Patricia Bullrich y su mayor acierto político no fue la incautación masiva de drogas, ni la captura de prófugos del kirchnerismo, sino el caso de Santiago Maldonado en el que destapó una peligrosa maniobra de mentiras y manipulaciones por parte de «organismos» de derechos humanos y otras capillas opositoras que habían acusado a la Gendarmería de «desaparecer» al artesano. Bullrich probó una estrategia eficaz con las fuerzas de seguridad: las defiende a cambio de que no le mientan. Y en el caso Maldonado no le mintieron.

Los errores de gestión resultan de todas maneras menos costosos en el marco de un manifiesto «default» opositor. Aparte de los Moyano, el principal fiscal del gobierno durante los últimos días fue el ex juez Eugenio Zaffaroni que quiso instalar absurdamente una sensación de crisis a corto plazo. Pero en lugar de generar un clima de incertidumbre se convirtió en el blanco de críticas por su pasado. La maniobra salió tan mal como la de la «desaparición» de Maldonado.

Otro fiscal, el Papa, la terminó de embarrar comparando a Hebe de Bonafini con Jesús. Los peronistas que conservan alguna estructura de poder se agarraban la cabeza con las dos manos. Sin liderazgo, ni rumbo, ni respuesta el PJ le está dando un amplio margen de maniobra Macri para que pase el ajuste con un mínimo de sobresaltos en su marcha al 2019.

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